Una oscuridad sin sombras by Unai Goikoetxea

Una oscuridad sin sombras by Unai Goikoetxea

autor:Unai Goikoetxea [Goikoetxea, Unai]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2023-05-08T00:00:00+00:00


Capítulo 31

La camarera no hacía más que sacar platos exóticos, cada cual con un nombre más sugerente que el precedente. Platos servidos en una vajilla de porcelana exquisita, con colores, brillos y formas evocadores que transportaban al comensal a puertos lejanos, donde idioma, olores y actividad atrapan al extranjero como una red de arrastre.

Confuso en ese ambiente del restaurante japonés Kuma, Ander hacía lo posible por retener los nombres de aquello que se llevaba a la boca, por seguirle la conversación a Julia Romero, por ocultar su desconcierto por la invitación de la psicóloga y, por encima de todo, por no mostrar su enfado consigo mismo por haber aceptado su ofrecimiento.

—Inspector Crespo, no me puedo creer que no hayas comido aquí antes. —Julia vertió en su copa una cantidad generosa de vino tinto.

—Llámame Ander. —Negó con la cabeza ante el intento de la psicóloga por llenarle el vaso—. No bebo cuando estoy de servicio.

—Por supuesto, perdona. —Posó la botella junto a su plato y llenó el tenedor con un pedazo de tartar rojo coloreado con el contenido de una yema de huevo. Entornó los ojos al llevarse a la boca el manjar—. Fabuloso, ¿no te parece?

Ander asintió mientras se pasaba de un moflete a otro el trozo de pescado. Se sentía incómodo. Mucho. Sabía que no debería de estar comiendo con una sospechosa, pero de nuevo esa voz interna, esa alarma instintiva, lo amarraba a la silla, le urgía a aceptar la invitación primero y a quedarse después. Por algún motivo que aún desconocía, él tenía que permanecer allí.

—Perdona, Julia, no quiero parecerte maleducado, pero ¿qué hacemos aquí?

La psicóloga se apartó con dos largos dedos un grueso mechón negro de la frente, abrió los ojos exageradamente y señaló la mesa con expresión de asombro.

—Pues ¿qué vamos a hacer? Comer, Ander. Comer. Eso es lo que hacemos. —Volvió a llevarse a la boca otra porción de su tartar. Un destello de inteligencia alumbró el iris de su ojo felino.

Ander rio hacia adentro expulsando aire por la nariz, bajó la cabeza y prefirió centrarse en el plato para no dar más pistas a Julia del estado anímico que atravesaba. Esa mujer era como un radar andante, no se le escapaba ni un detalle.

—Bueno, en realidad, he de admitir que hay algo más. —La mujer dejó el cubierto junto al plato y se pasó la servilleta por los labios con lentitud. Entrelazó las manos y ladeó la cabeza hacia la izquierda, provocando que varios de sus largos mechones cayeran sobre el hombro. Miró al inspector directamente a los ojos y sonrió—. Siempre hay algo más, ¿verdad?

Ander tomó su vaso y le dio un buen sorbo, logrando tragar el bocado al fin.

—No tiene por qué, Julia. Pero en tu caso, lo lógico es que subyazca algún interés. ¿O es casualidad que me hayas invitado el día después de que mi grupo interrogara informalmente a tu hija?

El marmóreo cuello de la psicóloga recuperó su posición inicial. La expresión de su rostro mudó ante la mera referencia a su hija.



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